Cuando nos sentamos en zazen nos volcamos completamente en la postura y en la expiración, no hay ninguna filtración, ninguna rendija. Nuestra postura, nuestro acto de plena presencia aquí y ahora lo engloba todo. Es el camino para volvernos íntimos con nuestro verdadero ser. Es el tema fundamental de esta práctica, es el punto fundamental de nuestra vida. Esto es lo que a veces llamamos “nuestra verdadera naturaleza de Buda”, si no encontramos este verdadero ser, si no intimamos con nuestra verdadera naturaleza es difícil encontrar la paz en nuestro corazón, la satisfacción plena, siempre nos falta algo pero en realidad no falta nada. El camino de esta intimidad, el camino que nos lleva a nuestro verdadero hogar se nos abre de instante a instante, a través de la actualización de la plena conciencia, de la actualización de zazen, de la actualización de cada expiración y cada gesto. Zazen es un camino de apertura, es abrirnos a nuestro verdadero ser y es abrirnos al universo, a la vida, al dharma y, al mismo tiempo, es un camino de abandono, de despojamiento. Nos despojamos de nuestra piel, nuestro ego, nuestros apegos. Lo dejamos caer todo.
El zen es el camino para encontrar e intimar con nuestro verdadero ser, para sentarnos en nuestro verdadero hogar. Es lo que a menudo llamamos el despertar. Pero, ¿despertar a qué? Despertar a nuestra verdadera naturaleza, despertar a la realidad, es decir, despertar al Buda que todos somos. Buda siempre ha estado ahí pero nuestra mente discriminatoria nos lo oculta. Si abandonamos nuestra mente discriminatoria podemos abrirnos a la verdadera realidad de nuestro ser, llegar a nuestra morada. En el exilio de esta morada nunca encontraremos la satisfacción, la paz. Eso que hoy llamamos budismo o zen no es otra cosa que el camino que nos lleva a la conciencia de nuestro verdadero ser.
Esto refleja dos aspectos de la enseñanza totalmente ligados, unidos, ya que el camino que nos lleva hacia nuestro propio ser, hacia la comprensión, es el mismo camino que nos lleva hacia los demás, es el camino del compartir, de la compasión, de la entrega. No es el que el dharma necesite de nosotros pero si cortamos toda dualidad no se puede hacer otra cosa. Desde nuestro cuerpo limitado, desde nuestra situación limitada, estamos en unidad con todo el universo, con la vida y con el dharma que se expresa a través nuestro.
Hay dos kanji que forman la palabra dharma, son el kanji del agua y el de inicio de actividad, de fluir. Es el agua que fluye y que todo lo empapa.
Buda teóricamente podía haberse quedado sentado en su rincón pero no lo hizo sino que fue al encuentro de los demás. Después de la experiencia de la unidad si nos abrimos totalmente a ella, no podemos hacer otra cosa que ponernos a disposición de la vida, del dharma. Es el origen y la raíz de la verdadera compasión, del verdadero amor. Es importante instalarnos en nuestro verdadero hogar, en nuestro verdadero ser. Actualizar momento a momento este despertar. Este es el sentido y la realidad profunda de zazen.
Pedro Taiho Secorún