Kusen (enseñanza durante zazen) por Pere Taiho Secorún
La unidad de lo relativo y lo absoluto
Empujada por el viento la superficie del mar comienza a moverse, tal vez por una corriente profunda choca de repente en una elevación del terreno y comienza a formarse la ola, el inicio es suave pero dependiendo de las circunstancias puede hacerse grande, tomar una forma u otra dependiendo de donde venga el viento, de si está cerca o no de la costa, pero al final hay una masa de agua que se eleva, se manifiesta, toma una forma que a cada instante cambia, se transforma, porque cada momento es transitorio. Si esta manifestación tuviera conciencia podría pensar muchas cosas sobre sí misma, sobre las otras olas o sobre el mundo. En ese intervalo entre que nace y desaparece también podría comprender que nunca ha estado separada del océano y que su forma relativa está totalmente impregnada por el absoluto del mar. Lo relativo y lo absoluto en realidad no están separados, es nuestra mente dual la que crea la diferencia. Sin embargo, es a través de esta mente dual, a través del devenir de la cadena de causas y efectos, que podemos comprender que la ola y el mar no están separados. Esto es exactamente el despertar de buda, pero si nos identificamos con cada pequeña forma, con cada elevación, con la espuma, con el remolino o con lo que sea, nos separamos de la verdadera visión que nos permite comprender y ver que el océano lo engloba todo, que no hay ola fuera del mar, que no hay separación. Podemos ver el mundo de lo relativo como extranjeros porque nuestro verdadero ser pertenece al océano y siempre ha estado allí.
No hay nada que buscar, no hay nada que rechazar, la realidad es tal y como es. Por eso se dice que cuando una persona comprende esto es cuando puede entrar en la corriente, es decir, dejarse llevar, armonizarse con esa fuerza primera de la cual hemos surgido. De una manera u otra esto se intuye.
En nuestra tradición hacemos el gesto y manifestamos, aquí y ahora de una manera objetiva y relativa, el acto de querer seguir la corriente que todo lo envuelve, el acto de pedir la ordenación de bodhisattva. En realidad, siempre hemos estado allí, no hay distancia, no hay diferencia, ya que la distancia es una ilusión que nosotros creamos. Cuando hacemos gassho, cuando hacemos sampai, abrimos el corazón y la ola atraviesa el mundo de lo relativo, el mundo de lo manifestado, con la plena conciencia de pertenecer al mundo de lo absoluto.
No hay más miedo. No hay más duda.