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La alegría de la práctica

Kusen, enseñanza oral durante zazen, que dio Pedro Taiho Secorún durante la semana de práctica que dirigió en la Gendronnière, del 29 de mayo al 2 de junio de 2024.

1.

Me gustaría compartir con vosotros unas palabras de Dogen que escuché por primera vez en este templo hace muchos años.

Son las recomendaciones finales, el último párrafo del Tenzo Kyokun, recomendaciones al cocinero, recomendaciones a alguien que practica la vía.

Desde entonces y desde la primera vez que las oí aquí en la Gendronnière, me acompañan como un mantra, como una oración que repito a menudo.

Dice Dogen para finalizar: “Que seáis jefe de templo, monje antiguo, responsable encargado de una función o simplemente un monje común, no olvidéis nunca vivir con alegría, cultivando el amor profundo de los padres y expresando en todas vuestras actividades con un espíritu sin prejuicios.”

En el Tenzo Kyokun, Dogen habla de los tres espíritus.

Roshin, el espíritu de la compasión, el puro dar sin esperar nada. Es el espíritu de los padres, por ejemplo, o de la abuela. Habla de Daishin, es el espíritu amplio, el espíritu sin límites, más allá de las barreras de los prejuicios y habla de Kishin, el espíritu de la alegría, la alegría profunda de la práctica, la alegría profunda de vivir.

Sean cuales sean nuestros roles o circunstancias, Dogen nos emplaza a cultivar los tres espíritus. A transformar las palabras en la energía de nuestra vía, es decir a transformar las palabras en nuestra práctica de cada día.

Hoy tenemos la suerte de estar reunidos aquí en la Gendronnière y de poder actualizar estas palabras durante estos días, en el mejor de los entornos.

No dejemos ninguna rendija entre zazen y nosotros, no dejemos ninguna rendija entre el samu y nosotros.

Simplemente volquémonos en cada acto, en cada momento, con un espíritu compasivo, con un espíritu abierto sin prejuicios, con un espíritu profundamente alegre. Es nuestra práctica que continua.

2.

 “Si no entretenéis ni alimentáis vuestros pensamientos y emociones, estos cesarán de molestaros. Si dejáis fluir vuestra respiración naturalmente, armoniosamente, no quedará sobre nuestro zafu más que el peso de una llama bajo el cielo vacío.”

La práctica de zazen, la práctica del templo aligera nuestro cuerpo y nuestra mente. Solamente debemos poner atención en no entretener nuestros pensamientos y emociones.

Cuando una emoción surge con fuerza, un pensamiento agitado, debemos poder observarlo y abandonarlo en ese mismo instante.

Con cada respiración nuestra postura de zazen vuelve a nacer. Nuestra vida comienza de nuevo.

Podemos volvernos transparentes, ligeros, caminar un palmo por encima del suelo. Si dejáis fluir vuestra respiración naturalmente, si somos capaces de abandonar todo lo que surge, no quedará sobre nuestro zafu más que el peso de una llama, bajo el cielo vacío.

Nuestro cuerpo se vuelve ligero, nuestra mente se vuelve ligera, las cosas se ponen en su sitio de manera natural. Cuando se levanta el sol, los pájaros cantan. Cuando cae la noche los pájaros callan. Cuando nuestra respiración fluye natural y nuestra mente no se aposenta sobre nada el mundo se pone en orden.

Tenemos la suerte de poder estar aquí unos días practicando, sed delicados con vosotros mismos, sed delicados con los demás. Cuando la noche avanza, los pájaros entonces callan, es la condición normal. Todo está en su sitio, no falta ni sobra nada.

3.

Cuando Dogen nos habla de cultivar los tres espíritus, el espíritu de la compasión, el espíritu del amor, el espíritu de la grandeza de visión, del no prejuicio, el espíritu alegre, nos está hablando de aspectos de nuestra propia naturaleza, no son abstracciones. Aunque podamos hablar de ello, no podemos afrontarlos simplemente desde la voluntad, debemos hacernos íntimos con la esencia de estos espíritus y de estas palabras.

Dejar que se manifiesten. Para ello debemos dejar de entretener y de alimentar nuestros pensamientos y emociones. Volver a corregir la postura, dejar que la respiración fluya naturalmente, momento a momento dejar caer. Es dirigir la energía, dirigir nuestra vida en la dirección adecuada.

4.

Kishin es la alegría del gozo, la alegría de la práctica, la alegría que se manifiesta al dirigir nuestros pasos hacia la dimensión más alta de nuestra existencia.

Mi deseo más sincero, dice Dogen al Tenzo, es que agotéis la fuerza y los esfuerzos de todas vuestras vidas cada día y en cada instante de vuestra práctica de cocinero, de tal manera que creéis una conexión indestructible con el dharma de Buda. Considerar cada cosa de esta forma, es Kishin, el espíritu feliz.”

En nuestra vía y en nuestra práctica, tenemos una conexión maravillosa, una oportunidad, un momento exacto.

La felicidad de la práctica, la felicidad profunda de la vida, se puede manifestar en el gesto más pequeño. Esta felicidad no es algo extraño al ser humano, sino que está en su propia y profunda naturaleza. Es como una perla brillante, resplandece en medio de las complicaciones y el sufrimiento de la vida que corresponde a nuestra naturaleza profunda de seres despiertos. Debemos volvernos íntimos, profundamente íntimos.

La felicidad que emana de la práctica, la felicidad que aparece cuando estamos realmente donde debemos estar. Como los pájaros que expresan con su canto la felicidad simple y profunda de ser quienes son.

“Mi deseo más sincero es que agotéis la fuerza y los esfuerzos de todas vuestras vidas en cada instante de vuestra práctica, de tal manera que creéis una conexión indestructible con el dharma de Buda. Considerar cada cosa de esta forma, es Kishin, el espíritu feliz.”

5.

Para acabar vuelvo a recordar las palabras de Dogen, las recomendaciones al cocinero. Es el mantra del Tenzo Kyokun, es un faro para el marino, un mapa para el desorientado.

Son unas palabras amables para quienes practicamos la vía. Palabras que debemos intentar digerir, hacer reales en nuestra vida cotidiana. Como el Tenzo, que lo puede realizar al tratar un grano de arroz.

“Que seáis jefe de templo, monje antiguo, responsable encargado de una función o simplemente monje común, no olvidéis nunca vivir con alegría, cultivando el amor profundo de los padres y expresando en todas vuestras actividades con un espíritu sin prejuicios.”

Dirigir el timón de nuestra vida en esta dirección es la profunda recomendación que hace Dogen al cocinero.

Nuestra vida puede volverse pacífica y luminosa. Cada cual puede encontrar ese lugar de estabilidad que nos es propio, ese lugar de alegría profunda que nos es propio, ese lugar compasivo y amoroso que nos es propio, ese lugar de compasión y amor que nos es propio, ese lugar de paz que nos es propio.

Cuando en la bruma se desvanecen las caras

Y la nieve borra toda huella y toda traza

Cuando el musgo recubre los viejos peldaños de la escalera de jade

Y el mar ya no sabe de ansiedades

Un finísimo hilo de plata brilla en la oscuridad

y une a todos los budas,

Del pasado, del presente, del futuro.

Como he tenido la suerte de haber nacido como humano, haber encontrado la Vía y haber conocido a Etienne Mokusho Zeisler, y como todavía tengo memoria, me veo en el deber de rendirle homenaje, de nuevo, hoy aquí, en la Gendronnière. En señal de respeto y gratitud.

Al acabar zazen haremos una ceremonia por él. Tres Hannya shingyos, y quien quiera podrá ofrecer por él, seáis sus amigos espirituales o sus amigos de copas, y también quien no lo habéis conocido, pero estáis unidos a él por el fino hilo de plata de vuestra práctica.