Escrito en el siglo XIII por el maestro zen japonés Eihei Dogen (1200 – 1253), fundador de la escuela Zen Soto, para difundir los principios generales de zazen (meditación zen)
La Vía es fundamentalmente perfecta. Lo penetra todo. ¿Cómo podría depender de la práctica y de la realización? El vehículo del Dharma es libre y está desprovisto de obstáculos. ¿Para qué es necesario el esfuerzo concentrado del ser humano? En verdad, el Gran Cuerpo está más allá de la polvareda del mundo. ¿Quién podría creer que hay modo de desempolvarlo? Nunca es distinto de nadie, siempre está exactamente allá donde está. ¿Porqué ir de un lado a otro para practicar?
Sin embargo, si se crea una separación, por estrecha que sea, la Vía permanece tan alejada como el cielo de la tierra. Si se manifiesta la menor preferencia o antipatía, el espíritu se pierde en la confusión. Imaginad a una persona que se jacta de comprender y que se hace ilusiones sobre su propio despertar, entreviendo la sabiduría que penetra todas las cosas, alcanza la Vía y clarifica el espíritu, y hace nacer el deseo de escalar el mismísimo cielo. Esta persona ha emprendido la exploración inicial y limitada de las zonas fronterizas pero su acción es aún insuficiente en la Vía vital de la emancipación absoluta.
¿Tengo que hablar de Buda que poseía el conocimiento innato? Aún se nota la influencia de las siete semanas que vivió sentado en loto en total inmovilidad. Y Bodhidharma: la transmisión del sello ha conservado hasta nuestros días el recuerdo de los nueve años que pasó en meditación delante del muro. Puesto que los sabios del pasado eran así ¿Cómo los hombres de hoy día pueden dejar de practicar la Vía?
Debéis pues abandonar una práctica basada en la comprensión intelectual, corriendo detrás de las palabras y tomándolas al pie de la letra. Debéis aprender a dar la media vuelta que dirige vuestra luz hacia el interior para iluminar vuestra verdadera naturaleza. El cuerpo y el espíritu se desvanecerán por sí mismos y vuestro rostro original aparecerá. Si queréis alcanzar el despertar debéis practicar el despertar sin tardanza.
Para zazen conviene una habitación silenciosa. Comed y bebed sobriamente. Abandonad todo empeño y alejad toda preocupación. No penséis: “Esto está bien, esto está mal”. No toméis partido a favor o en contra. Detened todos los movimientos del espíritu consciente. No juzguéis los pensamientos o las perspectivas. No tengáis ningún deseo de llegar a ser Buda. Zazen no se halla limitado a la posición sentada o acostada.
En el lugar dónde vosotros tengáis la costumbre de sentaros, extended una estera espesa y colocad un cojín encima. Sentaros en loto o medio loto. En la postura de loto, colocad primero vuestro pie derecho sobre vuestro muslo izquierdo y el pie izquierdo sobre el muslo derecho. En la postura de medio loto contentaros en colocar vuestro pie derecho sobre vuestro muslo izquierdo.
Aflojad vuestras ropas y vuestro cinturón. Ordenadlos convenientemente. Poned entonces vuestra mano derecha sobre vuestra pierna izquierda y vuestra mano izquierda (girada hacia arriba) sobre vuestra mano derecha: la punta de los pulgares se tocan. Sentaros bien derechos, en la actitud corporal correcta, ni inclinados hacia la izquierda o hacia la derecha, ni hacia adelante ni hacia atrás. Aseguraros que vuestras orejas están en el mismo plano que los hombros y que vuestra nariz se encuentra en la misma línea vertical que vuestro ombligo. Colocad la lengua hacia adelante contra el paladar; la boca está cerrada, los dientes en contacto. Los ojos deben permanecer siempre abiertos y vosotros debéis respirar suavemente por la nariz.
Cuando hayáis tomado la postura correcta, respirad profundamente una vez, inspirad y espirad. Inclinad vuestro cuerpo a derecha y a izquierda e inmovilizaros en una posición sentada estable. Pensad desde el fondo del no-pensamiento. ¿Cómo se piensa desde el fondo del no-pensamiento? Es el más allá del pensamiento (hishiryo). Este es en sí el arte esencial del zazen.
El zazen del que yo hablo no es el aprendizaje de la meditación, no es otra cosa más que el Dharma de la paz y de la felicidad, la práctica-realización de un despertar perfecto. Zazen es la manifestación de la última realidad. Las trampas y las redes del intelecto no lo pueden atrapar.
Una vez hayáis conocido su esencia seréis parecidos al tigre cuando entra en la montaña o al dragón cuando se sumerge en el océano. Ya que es preciso saber que cuando se hace zazen el verdadero Dharma se manifiesta y que desde el comienzo la relajación física y mental deben ser descartadas.
Cuando os levantéis, moveros suavemente y sin prisas, tranquila y deliberadamente. No os levantéis precipitada ni bruscamente. Cuando se lanza una mirada al pasado se observa que trascender la iluminación y la ilusión, que morir sentado o de pie, ha dependido siempre del vigor de zazen.
Por otra parte, el despertar provocado por un dedo, por una bandera, por una aguja, por un mazo, o la realización gracias a un cazamoscas, a un puñetazo, a un bastonazo o a un grito, todo esto no puede ser comprendido por el pensamiento dualista. Tampoco puede conocerse mejor con la práctica de poderes sobrenaturales. Esto está más allá de lo que se ve y oye ¿No se trata acaso de un principio anterior a los conocimientos y percepciones? Dicho esto, poco importa que se sea inteligente o no. No hay diferencia entre el tonto y el listo. Si se hace un esfuerzo concentrado y decidido, esto ya es practicar la Vía. La práctica–realización es pura por naturaleza. Avanzar es una cuestión de cotidianidad.
En general, todos los seres de los tres mundos respetan el sello de Buda. La particularidad de nuestro linaje es la devoción por zazen, simplemente sentarse inmóvil en un compromiso total.Aunque se diga que hay tantas almas como seres humanos, todos realizan la Vía de la misma forma, practicando zazen. ¿Por qué abandonar el lugar que se os está reservado en casa para errar por las tierras polvorientas de otros reinos? Un solo paso en falso y os separaréis de la vía recta trazada ante vosotros.
Habéis tenido la suerte única de nacer como seres humanos. No perdáis el tiempo. Aportad vuestra contribución fundamental a la obra de Buda. ¿Quién preferiría un placer vano y fugaz como la chispa surgida del sílex? Forma y sustancia son como el rocío sobre la hierba, el destino es como un relámpago que se desvanece en un instante.
Os lo ruego, honorables discípulos del zen, desde hace mucho tiempo estáis acostumbrados a tantear al elefante en la oscuridad, no temáis ahora al verdadero dragón. Consagrad vuestras energías a la Vía que apunta directamente a lo absoluto. Respetad a los que han llegado más allá y están libres de esfuerzos; armonizaros con la iluminación de todos los Budas; suceded a la dinastía legítima de los patriarcas. Conduciros siempre así y seréis como ellos son. La cámara que conduce al tesoro se abrirá por ella misma y podréis utilizarla como mejor os plazca.