Kusen (enseñanza durante zazen) por Pedro Taiho Secorún
La segunda noble verdad que Buda explica es la sed, es decir, el apego continuo, la avidez, y es debido a esto el origen del sufrimiento.
Cuando en nuestra tradición, Dogen por ejemplo, habla de que zazen es simplemente sentarse, está mostrando un camino para cortar de golpe esta avidez, esta sed continua, este desasosiego. Esto es totalmente radical y para mucha gente es difícil de comprender, las personas que practicamos la vía debemos reflexionar sobre lo que significa esta sed, esta avidez, este desasosiego continuo.
Hoy en día hay lo que se llama «meditación» por todas partes. Los gimnasios del ayuntamiento hacen un poco de meditación, todas las líneas terapéuticas y psicológicas hacen meditación, los centros del barrio hacen meditación. Hace 35 años cuando empezamos a hacer zazen, prácticamente nadie hacía meditación.
Es importante ver todo esto como un espejo de nosotros mismos. La gente dice que la meditación va muy bien para esto y para lo otro, para el estrés por ejemplo, y la gente practica la meditación pero continúa con esa sed, esa inquietud, esa avidez por querer ser, por querer atrapar, por querer manipular la vida. La meditación se convierte entonces también en un intento inútil de apagar la sed.
Cuando en el Zen se dice que esta práctica es simplemente sentarse, o cuando se dice que es una práctica en la que hemos de abandonar el cuerpo y el espíritu, está dirigiendo la mirada hacia otro lado; más allá de nuestros desvelos, más allá de nuestras proyecciones. Cuando se dice que precisamente debemos abandonar todo esto, quiere decir simplemente sentarse y ser, vivir y ser.
Lo cierto es que muy a menudo la gente va de una meditación a otra siguiendo este proceso habitual que nos lleva siempre hacia fuera, en busca de algo que pueda satisfacer y apaciguar esa sed irrefrenable, pero la práctica del zen es simplemente pararse y dirigir la mirada hacia lo más profundo de nosotros mismos. Abandonar el cuerpo y el espíritu significa cortar en un instante la desazón, la avidez, la sed, simplemente estar en paz en el momento presente, sea lo que sea lo que se presente, no hay que rechazarlo si no nos gusta , no es necesario alimentarlo si resulta agradable.
Hay una avidez por vivir, una sed de vivir, y los seres humanos la sentimos desde que nacemos. Buda dice que cuando esta sed desaparece, aparece la paz, es el nirvana. No podemos hablar mucho de eso, pero es el camino que enseña el Zen, es una experiencia.
Sea cual sea, el punto de observación, de atención, de lo que se habla en nuestra práctica, significa ser capaces de observar esta sed, esta inquietud. Las personas solemos actuar automáticamente de acuerdo a esta sed, sin ser prácticamente conscientes, Impelidos por ella. Esta sed es la que nos pide buscar resultados a zazen, la que proyecta como debe ser nuestra meditación, la que marca expectativas, la que no para de comparar y que siempre espera resultados. Cuando la realidad no corresponde a lo que pensamos estamos decepcionados, somos incapaces de ver la realidad tal como es y de vivir el momento tal como se presenta.
Miramos las expectativas pero no observamos qué es lo que las provoca: la sed, la sed inagotable; si queremos entender lo que pasa, debemos ser íntimos con esta sed. Si realmente queremos transformarla en paz tenemos que mirarla de frente. Después, si realmente queremos practicar zazen, tenemos que hacer el esfuerzo de seguir el camino marcado por los antiguos, aunque a veces no lo comprendamos. Cuando Dogen dice que zazen es simplemente sentarse, está diciendo una profunda y gran verdad, en este sentarse está todo, no falta nada, la profundidad de nuestro ser se puede manifestar aquí y ahora, no es necesario ir a buscar baratijas, cuando tenemos la joya preciosa, la perla brillante en nosotros mismos.